jueves, 2 de marzo de 2017

Zona de Confort


Siento una suave brisa que me hace estremecer y un ligero aroma que huele muy bien, está todo tan tranquilo, que siento hasta a los pájaros el ruido embellecer, no padezco ni frío ni calor, todo es tranquilidad a mi alrededor. Esta burbuja que me rodea es tan bonita, se respira tanta paz, que me da miedo avanzar, que temo explorar mucho más allá de esta realidad, ¿Y si me pierdo? ¿Y si no vuelvo? ¿Y si tropiezo?
Tantas preguntas y tan pocas respuestas podemos hallar, que para ello debemos a estar dispuestos a escuchar solo la verdad.

¿Qué pasa si te pierdes?: Es tan fácil como dejarse llevar, ir de aquí para allá, probando e intentando pero siempre teniendo un rumbo fijo en mente, hay algo que aunque no vemos nos guía a un lugar determinado, que por mucha vueltas que demos solo hay un camino correcto. Créeme sabrás cual es en cuanto lo fijes como objetivo.

¿Si no vuelves? Como bien dicen, todos los caminos conducen a Roma, eso sí, encontraras obstáculos, paredes altas o muros que te parecerá infranqueables, en ese camino en el que temías perderte, aprendiste algo que se llama esfuerzo, te será muy útil. Pues sin ese él, no hay recompensa. Y nada sabe mejor como una recompensa después de tanto esfuerzo como alcanzar ese éxito.

¿Tropezar? Si a estas alturas temes eso, es que el objetivo, esfuerzo y el éxito que te has marcado, no te han enseñado nada, pero esa experiencia adquirida ya te ha enseñado más de lo que crees. Fijarte un camino es saber tu objetivo, marcarte unas metas y conseguirlo es esfuerzo y éxito. Tropezar es obligatorio y levantarse es opcional. Si caemos nos volvemos a levantar y lo volvemos a intentar porque debemos admitir que aunque cada caída es más dura que la anterior, el limite lo marcamos nosotros, nuestras metas, éxitos y logros estarán limitados por nosotros mismos.

Si he resuelto tus dudas, tus preguntas o tus incógnitas, Bienvenido al camino del éxito, donde todo es posible y donde el verdadero cambio, empieza por uno mismo.

Conoceme


Ni pienso lo que escribo, ni escribo todo aquello que pienso. Todo surge solo, las palabras se amontonan y la mano se mueve sola siguiendo los dictados propios de algo difícil de describir.

Se les llama impulsos, esos que en ocasiones sigues, los cuales pueden llevarte a cosas buenas y no tan buenas. Depende cual sea tu actitud en el momento que los sigas, te puedes equivocar o no.

Si pienso lo que debo escribir, quizás no todo lleve una misma fluidez, algo se me olvide o hasta incluso lo pueda omitir.
Pero tampoco puedo escribir todo aquello que pienso por que en ocasiones puede llegar a ser excesivo e incluso algo entendible para los demás.

Y lo que hago, lo que intento trasmitir a los demás es hacérselo entender con más facilidad, como veo yo las cosas, mi mundo, mis razones, es algo parecido a una guía para llegar a conocerme o entenderme.

Hay ocasiones en las que me frustro, me pierdo, porque no puedo hablar o comunicarme de forma verbal de la misma forma en que aquí lo puedo plasmar.

La palabra se pierde a mita o se olvida, de ahí el bloqueo, la ansiedad y el malestar. Odio cuando eso ocurre, yo misma me castigo creyendo que no lo puedo mejorar. Eso ocurre porque al despertar solo puedo recordar todo aquello que he hecho mal.

Sé que todo cambiaria si al llegar la noche pensara que he conseguido a lo largo del día y como lo mejoraría al siguiente en una sola palabra: Superarme.

Me dejo muchas palabras en el tintero, lo sé pero tengo toda una vida por delante, mucho por aprender, ofrecer y crecer. El mundo no se hizo en un solo día ¿Verdad? pues yo tampoco puedo explicar en ese tiempo todo aquello que me está por llegar.

Como las pelis buenas, aún quedan muchas partes o sagas (paginas) que llenar de lecciones, sabiduría y aprendizaje, solo que esta yo misma sé como seguirá y como finalizar.

A.M.S